Vicente Acuña, (27) estudiante de Diseño UC, desarrolló Promptape, proyecto que explora las fronteras de la creación musical y el dilema ético de la inteligencia artificial en la industria musical.
En tiempos en que la influencia de la IA se relaciona con diferentes ámbitos de la cotidianidad, los límites de la creatividad humana se ven cuestionados. Desde ahí, Vicente Acuña, estudiante de Diseño UC, crea Promptape, un proyecto que pone en tensión la tradicional lógica de la autoría musical, explorando cómo la IA podría redefinir la industria musical y el concepto de “creación” en un futuro cercano.
La premisa de Promptape parte de la pregunta: ¿Qué ocurriría si, en el futuro, la música tuviera que clasificarse y etiquetarse como creación humana o artificial? A través de esta reflexión, Acuña desarrolla una pieza que no solo examina los avances tecnológicos en la creación musical por IA, sino que también aborda dilemas éticos, legales y filosóficos que surgen con la sofisticación que han alcanzado algunas herramientas.
El proyecto de Acuña explora el avance de las composiciones musicales generadas por inteligencia artificial, que ya son capaces de emular estilos, géneros y hasta la personalidad de algunos músicos famosos. Sin embargo, de esta capacidad surgen preguntas sobre la autenticidad de la música creada con IA. ¿Puede una composición generada por una máquina ser considerada arte? ¿Quién es el verdadero autor de una obra cuando la creación es el resultado de un algoritmo y no de la mano humana?
“Lo interesante es que la inteligencia artificial no tiene el mismo concepto de autoría que los humanos. Para ella, la creación es una secuencia matemática de datos. Este es un concepto que choca con todo lo que entendemos por derechos de autor, valor de la creatividad y originalidad”, explica Acuña, quien plantea que la música generada por IA no solo altera nuestra visión de la autoría, sino también nuestra comprensión del valor artístico de una pieza.
En su proyecto, Acuña no solo trabaja con la creación de piezas musicales generadas por IA, sino que también se adentra en aspectos legales y éticos de esta nueva manera de hacer música. Los derechos de autor, que históricamente han sido otorgados a los artistas humanos, se ven cuestionados cuando una máquina es capaz de producir una composición que podría haber sido escrita por un ser humano. ¿Quién sería el propietario de una pieza generada por una IA? ¿El creador del algoritmo, la empresa que lo desarrolló, o la IA misma?
Promptape se convierte así en una reflexión sobre cómo la IA podría no solo transformar la música, sino también la industria musical en sí misma. Promptape propone una pregunta radical: ¿Es posible conceptualizar un futuro en el que la música generada exclusivamente por IA sea considerada un género por sí mismo? En lugar de fusionarse con la creación humana, ¿podría existir un espacio dedicado exclusivamente a la música producida por máquinas?
Acuña concluye su proyecto con la propuesta de una aplicación dedicada exclusivamente a la música creada por artistas IA. Esta plataforma, según el estudiante, serviría para categorizar, distribuir y, quizás, valorar de manera diferente la música generada por inteligencia artificial. “La música IA podría tener su propio espacio dentro del ecosistema musical, con su propio marco de derechos y reconocimiento. La pregunta es: ¿cómo construimos ese espacio sin deslegitimar a los músicos humanos?”, reflexiona Acuña.
El futuro de la música, como se conoce se pone en tensión y proyectos como Promptape, ayudan a anticipar y cuestionar los posibles caminos que tomará la creación artística en una era dominada por la inteligencia artificial.
“Este proyecto plantea más desafíos qué soluciones, pero una proyección clave de Promptape es la implementación de etiquetas para clasificar las creaciones musicales: música hecha exclusivamente por IA, híbrida y creada únicamente por humanos. Esto permitiría no solo transparencia para los oyentes, sino también abrir un espacio legítimo para cada tipo de creación, preservando el valor de la experiencia humana mientras se reconoce la contribución de la tecnología”, explica